Historia

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Historia de las menorquinas

En Menorca, la menos conocida de las islas Baleares, la fabricación de zapatos y sandalias es una tradición desde finales del siglo XIX. ¿Quién hubiera apostado que el modelo más conocido de la isla hoy fuese aquello creado por los campesinos?

En los años 50, mientras que Menorca está aislada debido a su posición a favor de los republicanos durante la guerra civil, un campesino tuvo la idea de confeccionarse unas sandalias resistentes, prácticas, cómodas y sobre todo adaptadas al calor. Tuvo la buena idea de hacer la suela con un neumático desgastado...

En los años 60, los menorquines las adoptan y los zapateros de la isla empiezan a fabricarlas por encargo.

Pero hay que esperar los años 70 para que los primeros talleres se pongan a la fabricación de avarcas, así que las habían nombrado los menorquines. A esta fecha, los demás habitantes de las islas Baleares y los primeros turistas se las llevan de vuelta en sus maletas. Es cuando las avarcas empiezan a ser conocidas como las menorquinas.

Desde entonces, las menorquinas conquistaron España... ¡Ironía de la historia: la familia real española las llevan cada verano!

El fabricante

Para la familia, la afición para los zapatos se inicia al rededor de 1929.

El abuelo, José apodado Bep, nacido en 1899, harto de las duras condiciones de trabajo en el campo, decide a principios de los años 20 probar fortuna en la ciudad. Enseguida encuentra trabajo en la zapatería y, en 1929, comienza la fabricación de zapatos a medida. Sus dos hijos Antonio y José se unen al pequeño taller cuando están en edad de trabajar.

En 1965, Antonio hereda y continua el pequeño taller de zapatos tradicionales, y José, con 20 años, intuye el potencial de las avarcas. En aquel entonces, están producidas a mano, en pocas unidades. ¡Toma una decisión: va a poner su vida al servicio de las avarcas!

Con el fin de aumentar la producción, la subcontrata en Menorca y en la península aplicando los métodos de fabricación y de calidad enseñadas por su padre: hasta el final de su vida, José controlará personalmente cada par antes de su expedición a las tiendas.

En los años 80, José empieza a vender sus avarcas fuera del territorio menorquín. Viaja a Mallorca, Ibiza, Formentera, Cataluña, Valencia, así como a otras regiones de la península ibérica.

También procede a nuevas modificaciones para mejorar el confort y proporcionar un ajuste perfecto a las avarcas. Igualmente José satisface la demanda de una avarca más ligera imaginando una suela de goma, y propone una elección de colores y de pieles más amplia.

Hoy, es su hijo, nieto del abuelo "Bep", quien está al mando del negocio familiar. Al igual de la avarca, la sociedad ha evolucionado con el tiempo.